lunes, 27 de abril de 2009
Boda sorpresa en el aeropuerto Luis Muñoz Marin
El ajoro diario, sumado a la llegada de su primer bebé, había obligado a postergar la formalización de su relación, la que cultivan desde poco más de dos años.
Pero la semana pasada un cercano grupo de amigos decidió darles una ayudita coordinando una boda sorpresa antes de la llegada de Dylan Yossef, su primer hijo.
Jennifer Meléndez, de 26 años, fue sorprendida con un enlace relámpago ideado por su ahora esposo, Salvador Benabe, de 31, en pleno trabajo. Desde septiembre de 2002, ambos laboran para la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA, por sus siglas en inglés).
Según relataron a Primera Hora varios testigos y cómplices de la celebración, todo se organizó en apenas una semana. De inmediato aparecieron las flores, el ajuar (a medias), los anillos, el lugar, el oficiante y hasta la música. La mayor preocupación era que Jennifer no se fuera de parto antes de lo esperado, pues aunque la fecha del alumbramiento es el 11 de mayo -justo después del Día de las Madres- ya la joven ha presentado contracciones e hinchazón en sus pies.
Ella había salido de un adiestramiento “forzado” para dar tiempo a prepararlo todo y estaba laborando en el check point. No había muchos pasajeros, pero hubo uno al que había que verificarle su maleta.
Al abrirla, había una cartulina que decía: “Will you marry me? How do you like me now? Love, Salva”.
El reverendo David Valentín fue el pasajero en cuestión, el mismo que minutos más tarde los uniría en matrimonio.
“Hubo llanto, aplausos, de todo. Los pasajeros verdaderos que estaban en ese momento en el check point también se emocionaron”, relataron Ivette Medina y Noelia Lugo, quienes intervinieron en la organización del evento.
La novia no salía de su asombro al ver, además, a parte de la familia de ambos allí, que aguardaban en un salón cercano.
Mientras, sus compañeras la felicitaban, Salvador -que también es bombero forestal- hablaba con su suegro, a quien le pidió formalmente la mano de Jennifer.
“¿Te quieres casar hoy?”, le preguntó él.
“Pero, ¿cómo?, ¿ahora?”, indagó ella.
“Tenemos todo”, contestó el novio.
“¡Pues vamos!”.
Noelia Lugo, junto a Jacques Aimé, otro compañero de trabajo, fungieron como padrinos. Mientras, Andrea, de nueve años, producto de una relación anterior de Salvador, llevó los anillos.
Jennifer, por su parte, cumplió con la tradición de las novias. Llevó algo prestado, las pantallas y el velo; algo nuevo, los anillos; la liga; y algo azul, la camisa de su uniforme.
La música estuvo a cargo de los pleneros de la Compañía de Turismo de Puerto Rico, que amenizaron con la marcha nupcial a ritmo de bomba y plena.
La recepción ocurrió en un área preparada especialmente para el festejo. Hubo bizcocho, picadera, brindis y bailaron como desposados por primera vez al ritmo de Stir it Up de Bob Marley.
La pareja tuvo unos días de descanso, que más que una luna de miel, sirvió para ultimar detalles para la llegada de su bebé.
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