Históricamente, muchos animales han competido por hacerle compañía al ser humano, y en la últimas dos décadas los cerditos (en particular, los de raza vietnamita, también conocidos como pot-bellied pigs) han venido ganando popularidad como mascotas.
Uno de los más famosos fue Max que, por 18 años acompañó al actor George Clooney, quien quedó devastado pon la muerte de su amigo. Max llegó a vivir 19 años y, en una ocasión, el actor lo describió como su relación más duradera. Max era tan mimado, que Clooney lo dejaba dormir a su lado -a pesar de que el animal llegó a pesar unas 300 libras-, lo llevó a varios rodajes de películas e, incluso, lo llevó de paseo en la avioneta de su amigo John Travolta.
¡Ah, el amor! Y es que estos animalitos, que entran en la categoría de mascotas exóticas, pueden ser entrenados y convertirse en compañeros divertidos y leales, siempre y cuando se les dé mucho cariño y se les trate con firmeza y paciencia.
El entrenamiento es clave
Los cerdos son animales sociables, pero establecen jerarquías desde que tienen unos 18 meses de edad. En esta etapa, buscarán establecerse al tope de la manada, y si son mascotas, su “manada” son los dueños. En este periodo, lucharán por dominar, a través de juegos agresivos -como golpear con la cabeza, o morder- y es aquí donde se les tienen que reforzar las normas, dejándole claro que quien manda es el humano.
Estos animales no son perros y no se les debe tratar como tales. Sí se les pueden enseñar trucos, y aprenden con facilidad a hacer sus necesidades en espacios destinados para ellos -incluso en papel de periódico-, además de que se les puede sacar a pasear con cadena y son sociables con otros animales y personas. Sin embargo, también son curiosos, juguetones y testarudos, por lo que las reglas siempre deben ser firmes y consistentes, y la mejor forma de entrenarlos es el método del premio, que puede consistir en darles un trozo de fruta o algo que les guste comer cuando hagan lo que se les pide.
Un cerdo aburrido se convierte en destructivo con facilidad: se ha sabido de casos en que estos animalitos han destrozado pisos y han mordisqueado paredes en busca de comida o atención. También, pueden mostrarse agresivos si quieren comida y no se les da, por lo que hay que enseñarles, desde muy pequeños, cuál es su lugar en el hogar.
El orgullo es evidente en la voz de Givonne Carrión, la feliz “madre” de Berta, un cerdo vietnamita hembra que, a sus cuatro años de edad, ya pesa más de 200 libras y corretea libre por su finca en Gurabo.
“Le encanta que le soben la barriguita... cuando estuvo viviendo conmigo dentro de la casa, le encantaba dormir con el abanico, acojinada en una sábana”, recuerda Carrión, que recibió a la cerdita como un regalo y, mientras era pequeña, la cargaba y llevaba a todas partes, incluso sacándola a pasear con una correa, como si fuera una perrita. Además, Berta hacía sus necesidades en un papel de periódico e incluso avisaba a Carrión que quería salir a pasear.
Pero Berta empezó a crecer, y Carrión ya no pudo dejarla dormir dentro de la casa, proveyéndole un potrero en el patio. Allí, el animal hizo un hoyo en la tierra, donde le gusta dormir. Además, hace ejercicio con frecuencia y comparte con sus otros “hermanos”: tres perros golden retriever, dos satos y un gatito.
“Es bien sociable con los animales y conmigo; no es cariñosa, pero socializa. Cuando la llamo, viene donde mí y es bien obediente; cuando era chiquita, se sentaba a la orden de sit, pero ahora no lo hace porque es muy grande”, explica Carrión.
“Le doy comida especial para cerdos y, de vez en cuando, le doy comida de la casa, y mucha fruta. Le encantan las quenepas... un día fue al palo a comer y me asusté cuando la ví con una en la boca... salí corriendo y traté de sacársela, pero me di cuenta de que la había triturado”, dice, entre risas. “También le gusta mucho la papaya”.
El amor por Berta es indiscutible. “Yo cuido mucho a mi gorda... Le mantengo su agüita limpia y estoy bien pendiente a su comida. A Berta no le va a pasar nada. Ella es una cerda diferente y bendecida”.
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