Vendió la lechera su cántaro de leche. Con el dinero se compró una gallina y unos huevos. Vendió los pollos que al paso del tiempo reunió, y adquirió una ternera.
Con ella formó un hato. Lo vendió para comprarse una casa. Y cuando tuvo casa no le fue difícil encontrar marido. Pero el marido le salió mala cabeza. Por su culpa la lechera tuvo que vender la casa.
Con el dinero compró un hato. Pero no le fue bien, y le quedó una ternera solamente. Nada le daba el tal animalejo, de modo que lo vendió y se compró unos pollos.
Se le murieron todos, y terminó con una sola gallina que ni siquiera ponía huevos.
- Estás acabada - le dijo alguien.
- No es cierto - respondió la lechera - Tengo otro cántaro de leche. Con eso volveré a empezar.
Momentos de prosperidad, otros de incertidumbre y preocupación. De pronto cuando creemos tener todo en la vida alguien o algo derrumba nuestro castillo, nuestro imperio y allí estamos nosotros. A veces llenos de miedo, otras a la espera de que todo sea una pesadilla y tarde o temprano despertemos. Pero nunca debemos perder la esperanza. De pronto al mirar alrededor siempre tenemos algo que nos dice que podemos resurgir.
De todo debemos aprender. Aún cuando nos encontremos mirando con temor nuestro futuro, llenemos nuestro corazón y nuestra vida con un fuerte deseo de seguir.
Que nada ni nadie nos desaliente, somos nosotros los únicos que podemos elegir: Bajar los brazos ó seguir peleando.
La vida no es fácil a veces, pasamos por pruebas difíciles, pero siempre debe existir en cada uno de nosotros la fuerza necesaria que nos permita levantarnos y seguir caminando...
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