miércoles, 11 de junio de 2014

El café amargo...

Quisiera que una lágrima rodara por mi cara para darle una expresión a este rostro inerte, una lágrima que calentara mi rostro y enjugara mi alma, que despertara mi piel y le diera un soplo de vida a este corazón que se quiebra y agoniza.

Sentado junto a la ventana tratando de sentir el aire, no siento nada. Me fundo en esta silla bebiendo mi café amargo, y en lo más recóndito de mi alma, emana un sabor que embriaga mi cuerpo.

Aquí sin disimulo alguno y sin resistirme a ello pienso en ti, caprichoso sentimiento que viene a mí y mi interior se intoxica con tu recuerdo, bebiendo otro trago amargo, se me nubla el pensamiento y me hundo en mi memoria.

Estando a kilómetros de distancia de ti, pasa el tiempo.

Sentado en un suelo tibio, mi corazón palpita y mis manos sudan, queriendo decir muchas cosas me conformo con mirar tus fotos.

Quisiera gritarte aunque sea solo en mi recuerdo un ¿por qué?, ¿Por qué todo el tiempo fingiste un amor inexistente? ¿Por qué saciaste tu ego con el cariño que te di? ¿Por qué fui tu trapo de lágrimas y después... te fuistes sin un adiós?...

¿Por qué?, si al final me convertí en nada y te olvidaste de mí…

Solo con mis recuerdos impregnados de un mal sabor… se partió mi alma con una tajante herida, aun clavada en mi pecho cortando mi corazón… se siente la herida abierta destilando sangre, sangre hirviendo con dolor…

Aun sigo aquí sentado junto a la ventana. Bajo la mirada de un cielo oscuro ya sin luna. Una lágrima recorre mi mejilla, mientras por mis labios se vierte el tercer trago de mi café amargo, tan amargo... como tu recuerdo.


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