domingo, 1 de febrero de 2015

La leche de coco...

El coco es la fruta del cocotero (Cocos nucifera), que pertenece a la familia de las palmeras (Arecaceae) y se cultiva en abundancia en Malasia, Polinesia y el sur de Asia.

Clasificado como una fruta y frecuentemente confundido como nuez, el coco es realmente una drupa, palabra que en botánica describe a las frutas que tienen una cáscara que cubre una capa carnosa y otra cáscara interna dura y leñosa, que rodea una sola semilla.

En sánscrito, la palma de coco es conocida como "kalpa vriksha", que significa el árbol que da todo lo necesario para vivir, pues todas sus partes se pueden usar.

Las palmeras producen cocos hasta 13 veces al año y toma un año para que se maduren. Un árbol completamente florecido puede producir entre 60 y 180 cocos en una sola cosecha.

La crema y la leche de coco se hacen de una manera sorprendentemente parecida a los lácteos.

La carne del coco se raya y se remoja en agua caliente. La crema sube y se puede desnatar. El líquido sobrante se exprime con una muselina para extraer el líquido blanco que es la leche de coco.

Al repetir el proceso, la leche se va diluyendo. La versión más espesa se usa para postres y salsas. La más aguada para sopas y estofados.

No debemos confundir la leche de coco con el agua de coco. Esta última ha recibido mucha atención recientemente por sus beneficios percibidos para la salud, y se usa como tratamiento para diarrea aguda en los países en desarrollo.

Hay investigaciones que indican que ese claro líquido tiene el mismo equilibrio electrolítico que se encuentra en las bebidas isotónicas, lo que lo hace útil para la rehidratación y bueno para tomar tras períodos largos de ejercicio intensivo.

Los cocos son altamente nutritivos y ricos en fibra, vitaminas C, E, B1, B3, B5 y B6.

Además, contienen minerales como el hierro, selenio, sodio, calcio, magnesio y fósforo.

A diferencia de la leche de vaca, la leche de coco no tiene lactosa, así que quienes sufren de intolerancia pueden usarla como sustituto.

Es también una opción popular con los veganos, y sirve de base para batidos o como alternativa al hornear panes y pasteles. La leche de coco, sobre todo la que es baja en grasa, puede usarse con moderación, es decir, una o dos veces a la semana.

Pero, por ejemplo, la Fundación del Corazón británica recomienda evitar cocinar con aceite de coco.

100 gramos de leche de coco contienen...
154 calorías
1.4 gramos de proteína
15 gramos de grasa (13.2g saturadas)
3.4 gramos de carbohidratos

Los cocos contienen cantidades significativas de grasa, pero son en su mayoría ácidos grasos saturados de cadena media (AGSCM). Uno en particular, el ácido láurico, se convierte en un compuesto muy beneficioso que se llama monolaurina, un antiviral y antibacterial que destruye una amplia gama de organismos que causan enfermedades.

Es por eso que ahora se piensa que el consumo de la leche de coco puede proteger al cuerpo de infecciones y virus.

Los AGSCMs se metabolizan rápidamente como energía en el hígado. Se cree que, a diferencia de otras grasas saturadas, el cuerpo los usa más pronto, de manera que es menos probable que se almacenen, o sea que engorden.

Eso no las exime de contribuir al riesgo de contraer enfermedades cardíacas, siguen siendo grasas, así que la palabra clave a la hora de consumir, una vez más, es moderación.

Si puedes conseguir leche de coco fresca, recuerda que se daña rápido así que debe ser consumida o usada el mismo día en el que se hizo.

La que venden en lata se puede guardar a temperatura ambiente por mucho tiempo y es un buen ingrediente para mantener en la alacena.

Puedes tratar de hacer tu propia leche siguiendo el siguiente procedimiento:

Calienta agua, evitando que hierva, y añade coco recién rallado y licúalo. Pásalo por un colador para quitar la pulpa y luego exprímelo con una muselina para sacarle los pedazos más pequeños. Úsalo inmediatamente o guárdalo en la nevera por 3 a 4 días.




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