Había una gran fiesta ese día. Se celebraban los primeros cien años de la tortuga y todos los animales quisieron estar presentes.
Para entretenerse inventaban juegos como pararse en una pata, subir al árbol más alto, saltar el arroyo y muchos otros, a cual más divertido.
Luego de almorzar la tortuga propuso: "Juguemos una carrera, a ver quién llega más lejos".
Todos sonrieron de manera burlona y aceptaron la apuesta.
Comenzó la carrera, eran cientos los animales que competían y, por supuesto, la vieja tortuga iba última, pero a medida que avanzaba iba dejando atrás a los animales que, ya cansados, abandonaban la carrera, hasta que a un costado del camino encontró al último de los corredores, quien al ver a la tortuga le preguntó:
"¿Cómo puede ser que nos hayas ganado a todos, si cualquiera de nosotros es más rápido que tú?"
La tortuga le contestó:
"Simple, porque al creerse superiores, fueron soberbios y no escucharon mis palabras. Yo les aposté a quien llegaba más lejos, no más rápido. Cuando aprendan a escuchar, aprenderán a vivir mejor y quizás no pierdan otras carreras".
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