martes, 19 de marzo de 2013
Ser río...
He estado junto al río.
He visto correr sus aguas sin cesar. Sus aguas transparentes, rumorosas y frescas son vida. He querido atrapar, detener esas aguas cristalinas y vivificadoras. Hubiera querido paralizarlas para disfrutar sumergiéndome en ellas sin permitirles fluir ni cambiar.
Pero el río es río. Y el río es fluir.
Su naturaleza es el correr de las aguas siempre idénticas y siempre cambiantes.
Como la vida misma. Me he sentido uno con el río. Y he sentido que toda mi existencia es un cambio continuo y sin fin. Y me he remontado al origen del río, a la fuente.
Y he comprendido que soy río que fluye, pero también fuente que brota. He comprendido que lo que fluye es mi existencia temporal, que no puedo detener.
Pero ascendiendo llego a mi fuente. Y siento ser plenitud en la fuente. Hay que dejar que el río sea río. Lo que tiene que correr, cambiar y fluir debe seguir su curso.
Pero las formas infinitamente variadas del río a través de su cause tienen un origen quieto, fecundo, copioso e inagotable. Yo soy el río en el devenir de mi existencia temporal. No puedo detener las leyes de su desarrollo, evolución y cambio.
Mis formas, como las del cauce del río, no puedo detenerlas. He de sumergirme en las formas cambiantes del río y saber que soy río.
Pero también soy fuente, manantial copioso y vivificante. No hay río sin fuente. Me siento feliz cuando me doy cuenta de que soy la fuente de mi río.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario