sábado, 3 de marzo de 2012

Una lágrima...

Érase una vez una lágrima. Se sentía feliz pues creia que era única en el mundo. Todas las mañanas se arreglaba y asomaba la cabecita por el ojo de su dueña para decirle al mundo "buenos días".


Un día, la dueña de esa lagrimita se puso a llorar. Ella estaba muy feliz porque por fin iba a conocer como era realmente el mundo. Mientras resbalaba por la mejilla dejaba que el aire conociese su sabor salado y lo hacía muy lentamente, orgullosa del recuerdo que dejaba.


Desgraciadamente cayó al mar, y cual fue su decepción al darse cuenta que no era la única y más bella lágrima. Tan triste estaba que decidió rendirse al abrasador sol y poco a poco se evaporó.


Una nube chiquitita vio su rastro subir hacia ella y encantada fue a su encuentro. Cuando la lágrima le preguntó porque la habia recogido, la nube simplemente le dijo que todos alguna vez habiamos sido como ella.


Muchos días nos sentimos como esa lagrimita cuando cayó al mar. Insignificantes y perdidos. Sin embargo siempre tenemos una nube que nos ayuda a ver la parte positiva de las cosas.



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