miércoles, 28 de marzo de 2012

Helado para el alma...

La semana pasada llevé a mis niños a un restaurante. Mi hijo de 6 años de edad preguntó si podía dar las gracias. Cuando inclinamos nuestras cabezas el dijo:


- "Dios es bueno, Dios es grande. Gracias por los alimentos, yo estaría aún más agradecido si Mamá nos diese helado para el postre. Libertad y paz para todos. Amén"


Junto con las risas de los clientes que estaban cerca, escuché a una señora comentar: 


- "Eso es lo que está mal en este país, los niños de hoy en día no saben como orar, pedir a Dios helado... ¡Nunca había escuchado esto antes!


 Al oír esto, mi hijo empezó a llorar y me preguntó: 


- "¿Lo hice mal? ¿Está enojado Dios conmigo?


 Sostuve a mi hijo y le dije que había hecho un estupendo trabajo y Dios seguramente no estaría enojado con él. 


 Un señor de edad se aproximó a la mesa. Guiñó su ojo a mi hijo y le dijo: 


- "Llegué a saber que Dios pensó que aquella fue una excelente oración". 


- "¿En serio?" - Preguntó mi hijo. 


-"¡Por supuesto!" - contesto el señor.


Luego en un susurro dramático añadió, indicando a la mujer cuyo comentario había iniciado aquel asunto: 


- "Muy mal, ella nunca pidió helado a Dios. Un poco de helado, a veces es muy bueno para el alma". 


 Como era de esperar, compré a mis niños helado al final de la comida. Mi hijo se quedó mirando fijamente el suyo por un momento y luego hizo algo que nunca olvidaré por el resto de mi vida. Tomó su helado y sin decir una sola palabra avanzó hasta ponerlo frente a la señora. Con una gran sonrisa le dijo:


- "Tómelo, es para usted. El helado es bueno para el alma y mi alma ya está bien". 



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