jueves, 31 de enero de 2013

Se me perdio la paloma...


Las palomas mensajeras tienen un extraordinario sentido de la orientación y es muy extraño que no sepan encontrar su camino para volver a casa. 

Sin embargo, existe una zona en Nueva York en la que estas aves se pierden en ocasiones, un misterio, como el del "Triángulo de las Bermudas", que ha dejado perplejos a los científicos durante años. 

¿Cómo es posible que las palomas se despisten y aturdan hasta no saber seguir el rumbo en ese punto de Nueva York? ¿Qué lo provoca? 

Un científico del Servicio Geológico de Estados Unidos cree haber resuelto el enigma. Sus conclusiones, que aparecen publicadas en la revista "The Journal of Experimental Biology", tienen que ver con los infrasonidos y podrían explicar casos parecidos documentados en otras partes del mundo.

El investigador Jon Hagstrum se interesó por el caso después de leer un artículo en la prensa local sobre palomas perdidas. Hagstrum recordó una charla en la Universidad de Cornell de otro investigador, Bill Keeton, sobre unas palomas soltadas desde tres localizaciones concretas que tenían problemas para orientarse y regresar a su palomar. Las que eran liberadas en Cerro Castor y en la ciudad de Weedsport perdían el rumbo sin remedio, mientras que las que iniciaban el vuelo en Jersey Hill escogían direcciones al azar, con una excepción: todas las aves que salieron de la colina el 13 de agosto 1969 regresaron a su casa con éxito después de haber tomado el rumbo correcto. Entonces, Keeton ya valoraba la posibilidad de una perturbación en el campo magnético.

Varios años después de la conferencia de Keeton, a Hagstrum se le ocurrió una posible solución al problema al leer que las palomas pueden oír frecuencias increíblemente bajas, ondas acústicas que, por supuesto, no son audibles al oído humano. 

El infrasonido, que puede ser generado por diminutas vibraciones en la superficie del planeta causadas por las olas en la profundidad del océano, según explica el autor, viaja miles de kilómetros. Hagstrum se preguntó si las palomas mensajeras escuchan este sonido de baja frecuencia para encontrar el camino a casa. En ese caso, las aves que no pueden oír la señal serían incapaces de encontrar su rumbo y se perderían.

Hagstrum decidió investigar las condiciones meteorológicas en los días de lanzamientos fallidos de las palomas y averiguar si había algo en el aire que podría explicar su desorientación. Instaló un programa de acústica compleja -HARPA- y utilizando la temperatura, dirección del viento y mediciones de velocidad tomadas en estaciones meteorológicas locales durante esos días, reconstruyó las condiciones atmosféricas de los tres lugares. 

Entonces, calculó cómo el infrasonido viajó desde el palomar a través de la atmósfera, reflectándose a través de las capas de aire y rebotando en el suelo, para saber si Jersey Hill, Castro Hill y Weedsport estaban a la sombra del infrasonido del palomar.

Sorprendentemente, todos los días en que las aves desaparecieron desde Jersey Hill, la señal infrasónica había sido guiada lejos de la tierra hasta quedar alta en la atmósfera, así que las aves no podían recogerla. Sin embargo, el 13 de agosto de 1969, las condiciones atmosféricas fueron perfectas y esta vez la señal infrasónica llegó directamente a Jersey Hill. Cuando calculó las rutas de la señal infrasónica del palomar hacia Castor Hill y Weedsport, Hagstrum se explicó por qué las aves tomaban siempre el rumbo equivocado: El terreno y los vientos habían desviado el infrasonido y las palomas tomaban una dirección equivocada.

El descubrimiento de Hagstrum puede explicar otros "Triángulos de las Bermudas" de las palomas registrados en otras partes del mundo, como por ejemplo en Yorkshire, Reino Unido.


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